El monopolio de la verdad
Un acorazado americano está fondeando en la costa y, de repente, un teniente avisa al capitán de que van directos contra otro cuerpo. Ante el peligro de colisión, el capitán manda un mensaje por radio: ” Soy el capitán, les ordeno que no se interpongan en nuestra trayectoria”. A lo que recibe la respuesta de: “Soy un teniente, por favor cambien de rumbo”. A lo que el capitán, enfurecido, responde: “Soy un acorazado, desvíense o me veré obligado a disparar contra ustedes”. El teniente responde: “Soy un faro”.
Esta anécdota me sirve para introducir el término de monopolio de la verdad. Esto sustenta mi teoría de que todos y cada uno de nosotros nos creemos amos de la verdad, hasta que alguien nos hace llegar a un momento de lucidez mental por el cual adoptamos una postura igual a la de aquel con el que hace un momento estábamos discutiendo.
Con esto me refiero a que todos los seres humanos, entre los que yo me incluyo, hemos experimentado el estado de extrema tozudez, en el cual estamos completamente seguros de que algo era de esta o aquella forma. Y, de igual manera, también nos hemos sentido como incapaces intelectuales al darnos cuenta de que estábamos equivocados. Todo esto gracias a alguien que nos brinda la oportunidad de experimentar ese momento “Eureka” en el cual de repente entendemos el punto de vista del otro.
Me gustaría hacer un llamamiento a todas las personas del mundo para pedirles que entiendan el punto de vista de aquellos con los que discuten día a día, para tener un pensamiento más abierto y para entender que, en la vida, existen veinte mil soluciones a aquel problema que tengamos. También me gustaría decir que si alguna vez sienten que poseen totalmente el conocimiento de la verdad, habiendo sopesado antes el punto de vista del otro, luche por ella e intente poner luz y conocimiento donde existe error e ignorancia.
Javier V.